A cuatro kilómetros del futuro y ocho mil kilómetros de casa
Sabrina Overall, estudiante de lenguas aplicadas, con 21 años y de Guatemala, cuenta su experiencia como estudiante foráneo. Sabrina está en España desde el 29 de enero de 2022, dos años y cuatro meses fuera de casa, ella al igual que la mayoría de estudiantes que han empezado su travesía en esta universidad, vivió en la residencia seis meses, pero son seis meses compartiendo con cinco personas más en un apartamento de seis personas dormitorio de dos personas,cuarto donde conoció a su actual compañera de piso.
Adaptarse puede ser sencillo, claro, es un proceso que depende de cada persona, para la estudiante guatemalteca fue un poco más sencillo de lo que ella se imaginaba “Sí, no sé, me adapté muy rápido, pero, creo que por eso, porque sabía que, que tenía que hacerlo, o sea, era esforzarme o forzarme, más que forzarme. Esforzarme a adaptarme, porque, era eso, o estar todos los días, como, como súper nostálgica, súper triste, y no, no. Claro, es aferrarte o a lo bueno, o a lo malo, no hay punto medio directamente. Yo creo que aprendí un poco como a juntar mis dos mundos”.
¿Qué implica vivir en la residencia?
Sabrina, comenta sobre sus inicios “No me costó adaptarme, pero sí fue difícil, como una batalla interna. De verdad, no sé, no sabía si iba a sobrevivir,no sabía si lo iba a aguantar” . Una de las partes más complicadas de empezar a vivir con los que en ese momento son extraños, es la diferencia de rutinas, lo diferente y parecido que pueden ser las personas, tratar de acostumbrarte a 5 rutinas distintas no es cosa fácil. Ante esto la estudiante guatemalteca relata “ Me daba vergüenza todo, y no sabía como qué hacer, y no sabía… O sea, no quería molestarlas a ellas. Ya tenían una rutina establecida, como los trabajos en el piso o quién compraba, quién limpiaba y así, y yo no quería interrumpir su rutina ya hecha, o imponer yo mis cosas. Entonces, fueron semanas de mucho silencio. Y que me costaba hablar con ellas, pero al final, gracias a Dios eran de Guate, también mis roomies, y de El Salvador. Al final somos culturas muy parecidas, o bueno, fuimos criadas de una manera muy similar, entonces no me costó tanto porque era todo parecido. Ya empezamos a hablar, poco a poco. Buscar cosas en común como. A ti, ¿cómo te gusta poner, yo qué sé, las toallas en el baño? ¿En este colgador o en el otro? yo este, ah, bueno. No sé, como cosas pequeñas nos íbamos dando cuenta que lo hacíamos igual, y teníamos tanto en común que al final la confianza, no sé, surgió sola”
Consolidarte en clase
Claro que la confianza se va construyendo en esas acciones pequeñas, la residencia es una parte pero lo realmente complicado es la parte académica. Venir en enero implica entrar en el segundo semestre del año que correspondiente a tu carrera universitaria, esto te lleva a tener que socializar con un grupo de clase ya previamente armado. Esto te hace poner un esfuerzo extra, ya que no siempre es fácil encajar de cero en una clase que está ya distribuida en amistades, sin embargo, Sabrina comenta que no fue tan difícil como se lo imaginó “bueno, para empezar usábamos mascarillas todavía en esa época. Entonces, eso siento que también es una barrera porque no ves, o sea, no conoces a la gente realmente, solo ves sus ojos y como, no sé, era muy extraño, o sea, me daba como pena un poco porque como estábamos todos separados con mascarilla, al final no interactuábamos tanto en clase y cada quien iba como a su onda. Además, ya se conocían de un semestre, entonces tenían esa ventaja ya de tener grupos como definidos y yo era pues ver a qué grupito me unía, básicamente, o qué grupito creaba yo. Y me costó un poco con los de Santander, de mi clase, porque sentía que, no porque ellos fueran como fríos, pero yo sentía que no se me daba vergüenza, no sé, conectar, preguntarles cosas o juntarme con ellos, entonces era mucho irme con la gente de latinoamérica también, pero ya poco a poco, o sea, con los trabajos en grupo y así y al final, lenguas aplicadas, te toca un montón participar en clases, hacer grupos, proyectos y abrirte a más personas, entonces fue difícil, un poco, hacerme parte de la clase porque ya estaban definidos los grupo”.
“Termina siendo un sálvese quien pueda y ver a qué grupo te metías y al final siento que son tan pocos años, o sea, comparado con el colegio, son cuatro años, somos todos grandes y estamos todos ahí porque queremos, o bueno, la mayoría al menos, entonces es como diferente hacer grupos en el colegio y también el hecho de que yo no esté aquí con mis papás y la mayoría no estamos aquí con nuestros papás, es como, ¿sabes qué? Esa gente la vas a ver no solo en clase, sino que también son las personas con las que vas a parar posiblemente viviendo o que te van a ver en las mejores y en las peores, o sea, los días que estés muy mal en una fiesta o porque extrañas a tus familiares, etc, son tu nueva familia, básicamente, entonces es un poco esa presión de tengo que elegirlos bien, porque al final los amigos son la familia que se escoge”.
Nuevo mundo, nueva vida
Al final toda desventaja tiene su ventaja, y en el caso de Sabrina ha visto cómo ha sido su crecimiento como persona “la ventaja es que aprendes a como a, a conocerte un poco y saber, bueno, con qué tipo de personas me quiero rodear en mi vida. Y de ahí, otra cosa buena, creo que, pues no sé, creces muy rápido y luego cuando volteas a ver, o sea, cuando ves como tu trayectoria y lo ves para atrás es como, sí he cambiado, he madurado y te da como un, como la habilidad de tener más autoconciencia y saber que, ser, de que sos un mejor voz. Ser tu mejor versión, porque puede ser que te des cuenta de que sos tu mejor versión o que te falta mucho para serlo.”